Jili slot gcash El mejor regalo para el día del niño | Una infancia feliz
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Infancia

El mejor regalo para el día del niño

Este domingo es el día del niño, día de regalos, día de juguetes. Me pregunto ¿Un regalo hace una infancia feliz?

Cuando era una niña mi mayor temor era recibir ropa. Eso era un regalo para mi mamá que contenta gritaba: «¡Lo bien que le viene!» o «¡Justo lo que le hacía falta!» alzando con orgullo un pantalón azul que me serviría hasta terminar la primaria y, si no pegaba un estirón, hasta mitad de la secundaria. Pero, bueno, por suerte, eso ocurría pocas veces.

No recuerdo muchos regalos con exactitud, ni cuando los recibí o de parte de quién, aunque sin duda uno de los mejores es mi guitarra, además del dominó de animalitos que mi hermana compró en la panza de mi mamá y me regaló cuando nació. Sí, para una niña de 3 años en los 80 eso tenía mucho sentido.

Esta semana comencé una huerta en casa, y cuando puse las manos en la tierra viajé a mi niñez, a la huerta que hicimos en la escuela, la que tenía mi abuelo, la que hice en casa de mi nona, la de mi papá… Me di cuenta de que tuve una infancia muy feliz, con muchos momentos hermosos y mucho esfuerzo por parte de mis padres para que así fuera.

Llamé a mi mamá y le agradecí, porque nunca lo había hecho y recordamos muchas cosas que nos alegraron la tarde y nos acercamos a pesar de la distancia y de la cuarentena.

Yo me quedé pensando en que darle a un niño una infancia feliz es también darle al adulto que será cuando crezca un refugio, un lugar seguro, un tesoro para compartir con sus hijos y un recuerdo cálido en el que arroparse cuando tiene un mal día.

¿Pero por qué nuestra infancia fue tan feliz?

Nunca nos sobró el dinero, más bien, al contrario. Mis padres, además, nos decían que no a muchas cosas, el famoso «no, porque lo digo yo». Con el tiempo aprendí a valorarlo, porque la vida es así, hay que saber esperar y esforzarse para alcanzar las cosas que queremos. Aprecio mucho que nos hayan entrenado para eso, para trabajar y esperar con paciencia que llegue lo bueno. Claramente no fueron regalos materiales los que nos dieron una infancia feliz.

Mi mamá, nos acompañó, todos los días, se sentaba con nosotras a hacer la tarea aunque no le resultaba fácil y nunca le gustó la escuela. Estaba, acompañaba, se interesaba, nos sacaba a caminar, nos llevaba a pasear en bici, y lo más importante, siempre, siempre, siempre, nos escuchaba, hasta cuando no queríamos hablar. Ella, con su radar de sentimientos se daba cuenta de todo y siempre nos abría su corazón para que nosotras abriéramos el nuestro.

Mi papá, con su cara de seriedad fingida (porque se hacía el malo y era un Ángel) los fines de semana se metía en su cuartito y construía «trampas para cazar curiosas». Así me decía cada vez que le preguntaba qué estaba haciendo. Construía esas trampas con materiales que encontraba por ahí o le daban los vecinos diciendo «Luisito, seguro usted lo aprovecha y hace algo». Aunque no era artista, ni artesano y no se hablaba mucho de reciclaje todavía Luisito sacaba algo lindo. Y a pesar de que mi nariz estaba metida en el medio, nunca adivinaba lo que era hasta que mi papá lo armaba y resultaba siempre en una sorpresa maravillosa: caleidoscopios increíbles, barriletes de mil colores, hamacas, canteros llenos de flores, silloncitos reciclados para tomar licuados de banana en el verano…

La guitarra me hace todavía muy feliz y fue un regalo fantástico, creo que cualquier instrumento o libro es siempre una buena opción para un niño. Pero el regalo insuperable que recibimos mi hermana Sofi y yo fue tener dos padres que nos escuchen y nos den su tiempo, todo el tiempo que les era posible darnos.

Eso trato de darle a mis alumnitos y espero también estar de esa forma para mi ahijada y para mis sobrinos y mis hijos, si los tengo en el futuro. Porque eso me enseñaron, pero también porque me gusta escucharlos, los niños siempre tienen tantas cosas importantísimas para contar… el mundo visto con sus ojos es un mundo fascinante que a veces olvidamos cuando crecemos, y yo no lo quiero olvidar.

Como escribió Saint-Ex, lo esencial es invisible a los ojos. No importa las veces que se repita en tazas y en postales, esta frase nunca dejará de ser cierta. Y me atrevo a agregar algo

Los regalos que construyen una infancia feliz son los que pueden verse sólo con los ojos del corazón.

An Gelmini

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