Jili slot gcash El jardín de mi Nona Isabel | un laberinto y un árbol muy grande
el jardín de mi Nona
Infancia

El jardín de mi Nona Isabel

Mi nona Isabel tenía un jardín increíble. No era secreto, pero sí era mágico.

Una vez llevé a una amiga de la escuela a jugar a la casa de mi Nona. Al otro día, le dijo a mis compañeritos “la abuela de Andrea tiene un jardín que es un laberinto”. Yo me sentí muy orgullosa del laberinto de mi Nona. A mí ya me parecía que era un laberinto, pero me dio tranquilidad que alguien menos fantasiosa que yo corroborase los hechos.

Creo que pasé muy poco tiempo dentro de la casa de la Nona. Toda mi infancia y parte de mi adolescencia transcurrieron en su jardín. A veces, cuando me voy a dormir, cierro los ojos y lo recorro. Cada vez que lo hago aparecen más plantas y flores. Las florcitas del paraíso, helechos, claveles, verbenas, espuelas de caballero, viuditas, zinnias, rosas, azahares, capuchinas… En ocasiones, como anoche, tengo suerte y sueño con el jardín y la casa de mi Nona. Una vez tuve mucha suerte y hasta la pude abrazar.

Los días fríos trato de recordar si en invierno estábamos refugiadas dentro de la casa, pero sólo me veo un rato jugando con el fuego del hogar mientras me presagiaban “te vas a hacer pis en la cama”. El resto de la tarde la acompañaba a buscar palitos y más leña para encender el fuego, juntábamos hojas crujientes y las quemábamos o cosechábamos mandarinas. Claro, los niños no tienen frío y las nonas tampoco.

Cada momento del año tenía su brillo especial en el jardín de la Nona. En primavera con mi hermana nos hacíamos tiaras y ramos con las coronitas de novia. Pero mis favoritas eran las glicinas. Un techo de glicinas que florecían sólo un ratito en el año. A veces las de doña Amalia se adelantaban y eso me daba más ansiedad y emoción. También me fascinaba la parra con uvas que ya estaban tomando color cuando todos los Gelmini nos reuníamos en casa de la Nona para recibir el nuevo año. Y después de eso disfrutábamos las esperadas vacaciones de verano y los primos se turnaban para quedarse unos días con la Nona.

Yo iba a la casa de mi Nona casi todas las tardes y me instalaba con mis primos o con mis amiguitos de la cuadra, pobre Nona, ¡Qué paciencia! La base de operaciones era el gallinero o algún paraíso con dos cartones que no llegaba al estatus de casita del árbol. Ella siempre me recibía contenta y me decía “gracias por la compañía” cuando me iba.

Aunque yo pensaba que la ayudaba ahora estoy segura de que entorpecía bastante sus quehaceres. Yo juntaba semillitas, hacía una huerta, bañaba al perro, intentaba “podar” un árbol con un serrucho y guantes de raso o perseguía una culebra con una pala. Ella, cuando no arreglaba mis líos, siempre estaba trabajando en el jardín o rezando.

La nona Isabel era muy delgadita y sus manos flaquitas siempre estaban lastimadas por el jardín, me dolía cuando las veía, pero parecía que a ella no. Y si le dolía algo lo ofrecía silenciosa a las almas de purgatorio. La Nona, a veces se hacía un ratito y nos preparaba unos manjares increíbles, como los fideos caseros, los pastelitos o la gelatina rellena con pedacitos de fruta en verano. También me dejaba acompañarla a Misa (si me portaba bien), rezábamos el Rosario sentadas en el sofá o me pedía que le tocara con la guitarra «Alma misionera».

Otro de mis pasatiempos preferidos era acompañar a mi Nona al cementerio del pueblo. Aunque a mucha gente le pueda parecer raro, también era una aventura. Yo me ponía celosa si me enteraba que había ido con otro nieto y no me había avisado. Para llegar recorríamos la avenida de tierra techada por plátanos. Ella recogía las flores mas lindas de su jardín y se las dejaba a sus seres queridos y conocidos mientras rezaba por ellos. Nosotros le pedíamos que nos cuente las historias de la gente que visitábamos, aunque ya las conociéramos, era fascinante.

Mi papá a veces trataba a la Nona de usted, y cuando ella se ponía “porfiada” hasta le decía “¡pero señora!”. Eso me parecía muy gracioso, pero no lo decía, porque estaba metida en todas las conversaciones de adultos sólo en calidad de oyente. Un domingo yo volvía a mi casa después de Misa y mi papá que estaba, como siempre, en el jardín me dijo que tenía una sorpresa. Crucé el portoncito y mi Nona estaba escondida detrás del cerco. ¡Sí que fue una sorpresa! No era sorpresivo que estuviera ahí porque mi Nona vivía a la vuelta de mi casa, lo raro fue que se pusieran de acuerdo y que ella se escondiera, porque ellos eran un poco serios. Será por eso que no me voy a olvidar jamás de esa sorpresa tan inocente y tierna.

El gran orgullo de mi Nona era decirle a la gente que ya tenía 22 nietos y ni hablar cuando empezó a contar bisnietos. Mi hermana y yo estuvimos entre los últimos nietos en llegar. Aunque cuando era chica yo quería ser grande como mis primos y copiar todo lo que ellos hacían, estar entre los más pequeños tenía una ventaja, me cuidaban y se disfrazaban en los cumples e inventaban juegos para entretenerme. Hoy la diferencia de edad no se nota pero mis primos mayores nunca dejaron de ser dulces y protectores conmigo y mi hermana.

De mi Nono tengo un solo recuerdo pero es el primer recuerdo de mi vida. Hubiese querido tener más tiempo con mi Nono pero haber compartido un par de años en la vida ya es una gran bendición. Además de ese primer recuerdo, atesoro cada enseñanza suya que mis padres me transmitieron y en especial las tiernas anécdotas que mi Nona me contó sobre él.

La Nona y el Nono les dejaron a sus hijos unos valores increíbles, mucha Fe y también ese amor por el trabajo y por jardín. Me atrevería a decir, que el amor por las plantas y los buenos valores también llegaron hasta sus bisnietos.

Nadie es igual a mi Nona Isabel Clementina, porque, para mí ella tenía ese aura de misterio, seriedad y santidad que nadie más tiene o que parecía de otra época. Pero mis tíos y tías, sí tienen esas manos inquietas, listas para hacer, para crear. No existe un después lo hago, no hay un “no lo sé hacer”. Mis tías y mis tíos, todos tienen ese don, parece que supieran hacerlo todo, que pudieran solucionar todo y curar todo. Cuando estoy con ellos sé que estoy un poquito con mi Nona y mi Nono y se siente bien en el corazón. Porque en definitiva la historia es así, la Nona Isabel y el Nono José se encontraron y dejaron en este mundo un árbol mucho más grande que su jardín.

Familia, no saben cuánto los quiero, y lo agradecida que estoy de que seamos parte del mismo árbol.

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